No, lo trans no es ‘el nuevo gay’

By Angus Fox

A menudo se da por sentado que ser trans es muy parecido a ser gay. Pero la verdad es un poco más compleja – y nos gustaría mostrarte cómo. ¡Gracias a Amanda Familias por la traducción!

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Como hombre gay, crecí con una cierta idea de la comunidad gay. A veces, esta idea estaba un poco sesgada: los presentadores de televisión solían ser hombres gays, más que lesbianas; también había un sesgo hacia lo joven y lo urbano. Los representantes de la comunidad gay no solían ser tan diversos como podrían haber sido: la lesbiana jubilada que vivía en Devon o en el norte de Ontario o en Kansas tenía menos probabilidades de aparecer en la pantalla que, por ejemplo, el joven gay que vivía en Londres, Toronto o San Francisco.

Se utilizara o no la expresión “LGBT”, solía haber (aunque no siempre) alguna idea de que teníamos una causa común con las personas trans, al menos hasta cierto punto. Aunque no se dijera abiertamente, todos éramos minorías sexuales; y durante algún tiempo, esto no fue problemático para la mayoría de nosotros. Pero ahora esto se ha vuelto muy controvertido. Con el crecimiento del número de personas que se identifican como trans, muchas personas LGB ven la necesidad de que exista un movimiento distinto para las personas atraídas por el mismo sexo.

¿El resultado? Todos estamos pensando más en lo que significa ser gay, y en lo que significa ser trans. Y eso es algo que merece su propio análisis.

En general, nos tomamos al pie de la letra las experiencias internas de otras personas. Si dices que tienes hambre, probablemente te creerán; del mismo modo, si dices que eres gay, o si dices que eres trans. Nos tomamos al pie de la letra, porque no nos acusamos mutuamente de disimular sin una buena razón, y mucho menos de mentir.

Así pues, probablemente sea de esperar que mucha gente crea que existe una similitud fundamental entre la sexualidad y la identidad de género. Ambas parecen ser cualidades observadas internamente, cualidades que sólo podemos conocer nosotros mismos. Al fin y al cabo”, se podría pensar, “¿podrían estar equivocadas todas esas organizaciones LGBT que incluyen la T junto al LGB? Debe haber algo en ello’. Y nadie quiere repetir los errores del pasado, cuando los parlamentos, las escuelas, las congregaciones religiosas y los establecimientos médicos fracasaron colectivamente a la hora de extender las dignidades humanas básicas a los homosexuales.

Pero asumir que “ser trans es como ser gay” es un punto de vista simplista. Hay que hacer muchas distinciones entre la identidad de género y la sexualidad, y estas distinciones son fundamentales para los que trabajamos con padres de niños que se cuestionan su género, con personas que se han retirado de la transición y con quienes se sienten ambivalentes, o incluso negativos, respecto a la atención sanitaria que han recibido. Agrupar estos dos conceptos tan diferentes puede ser engañoso y tener consecuencias imprevistas.

Para crear una conversación más desarrollada sobre las cuestiones trans, Genspect te ofrece una guía paso a paso para entender por qué es importante tratar el género y la sexualidad como nociones separadas. Léelo con calma, o haz clic para ir a los argumentos que te interesan:

1. Siempre ha habido gente gay. No siempre ha habido personas trans.

2. Las personas homosexuales existen en todo el mundo. Las personas trans no.

3. La homosexualidad está presente en todo el reino animal. La transexualidad no.

4: Ser gay es empíricamente verificable. Ser trans no lo es.

5. Ser gay nunca requiere una medicalización. Ser trans suele hacerlo.

6. Ser gay no suele tener comorbilidades. Ser trans suele tenerlas.

7. Ser gay no está influenciado por la sociedad. Ser trans sí.

8. Ser gay no requiere que los demás cambien su comportamiento. Ser trans sí.

9. Ser gay no se basa en estereotipos sociales. Ser trans a menudo lo es.

1. Siempre ha habido gente gay. No siempre ha habido personas trans.

La teoría de la identidad de género es la noción de que lo que te hace ser una mujer, o un hombre, o cualquier otra cosa, es una identidad interna, que hay que asumir. Pero esta noción es totalmente moderna. Los fragmentos históricos que se ofrecen como prueba de que las personas trans han existido a lo largo de la historia suelen ser muy poco convincentes: las afirmaciones de que las mujeres fuertes y valientes de la historia eran de hecho no binarias resultan ser nada más que suposiciones misóginas de que las mujeres no son, o quizás no deberían ser, fuertes y valientes. Esto no es un pensamiento progresista.

Muchos jóvenes de hoy en día parecen experimentar una profunda angustia al ser “llamados de forma incorrecta” por aquellos que no aceptan sus identidades de género. Esto también es totalmente moderno: no hay pruebas de que las culturas históricas se acomodaran a la noción actual de autoidentificación de género. De hecho, las figuras del pasado que se oponían a las tendencias de la masculinidad y la feminidad contemporáneas eran notables porque su condición de hombres y mujeres no estaba en discusión. No era algo que trataran de disputar con sus contemporáneos.

La sexualidad, en cambio, es tan antigua como las colinas. La homosexualidad merece ser mencionada en la Biblia -aunque sea una mención poco halagadora- y en otros textos religiosos antiguos. La identidad de género no. Se cree, con razón, que personajes históricos como Alejandro Magno tuvieron relaciones con personas del mismo sexo; el argumento de que esos personajes tienen equivalentes “trans” se basa en conjeturas, desafiando en lugar de basarse en los registros históricos.

Una impresión de Alejandro Magno | Crédito: Getty Images

2. Los homosexuales existen en todo el mundo. Las personas trans no.

Las diferentes culturas tienen diferentes respuestas a la atracción por el mismo sexo, a veces, como en países como Arabia Saudí, con consecuencias devastadoras para los gays y bisexuales. Esto se traduce, naturalmente, en diferentes imágenes nacionales de sí mismos. Mahmud Ahmadineyad declaró con orgullo que en Irán no hay homosexuales: y no es de extrañar que los homosexuales iraníes mantengan su sexualidad en secreto, dados los castigos que les esperarían en caso contrario. Por lo tanto, es de esperar que las estimaciones de la incidencia de la homosexualidad varíen según las fronteras.

Sin embargo, todos los países y culturas mencionan la sexualidad de una u otra manera. Ya sea por orgullo, por aceptación general, por tolerancia a regañadientes o por criminalización general, las jurisdicciones legislan en materia de sexualidad. Las relaciones sexuales entre homosexuales son, o no, legales; lo mismo ocurre con el matrimonio entre homosexuales y la adopción de niños por parte de parejas homosexuales. Estas cuestiones pueden resolverse de formas muy diferentes, pero se resuelven, desde Uruguay y Bélgica hasta China y Mozambique.

La inclusión de la identidad de género en la legislación y los materiales educativos, por otra parte, es un fenómeno mundial inherentemente “raro” (donde “raro” significa occidental, educado, industrializado, rico, desarrollado). Mientras que los países de África y Asia pueden tener mucho que decir sobre la sexualidad -ya sea positivo o negativo-, lo trans rara vez recibe una mirada. Es sobre todo en Europa Occidental y (especialmente) en la Norteamérica anglófona donde la identidad de género recibe tanta atención en la legislación y la reglamentación como la sexualidad. Por eso los idiomas suelen tener su propio vocabulario nativo para describir la homosexualidad, pero importan términos del inglés para describir las identidades transgénero.

Las pocas excepciones aparentes a esta regla no corroboran precisamente la idea occidental actual de la identidad de género innata. Mientras que los fa’afafine de Samoa se han afirmado como prueba de un “tercer género”, los fa’afafine (masculinos) no tienen ninguna duda de que son hombres.

Y aunque los Hijra de la India suelen describirse como personas que no se creen ni hombres ni mujeres, en última instancia son un grupo socialmente marginado de eunucos travestidos, lo que dista mucho de ser una historia edificante sobre la diversidad de género en la que podríamos encontrar mucho que aprender.

La naturaleza binaria del sexo no es una construcción occidental, sino una realidad biológica innata a nuestra especie; lo que puede parecer superficialmente una prueba de la naturaleza transcultural de la identidad de género es, de hecho, bastante diferente, y en algunos casos bastante más siniestra.

Crédito: YouTube / Gender: A Wider Lens

3. La homosexualidad está presente en todo el reino animal. La transexualidad no.

Como dice musicalmente un artículo de National Geographic:

Los pájaros lo hacen, las abejas lo hacen, incluso las pulgas educadas lo hacen. Así reza la letra del compositor estadounidense Cole Porter.

Porter, que triunfó en los años 20, no se arriesgaba a mostrar su homosexualidad en público. En su época, “los pájaros y las abejas” sólo significaban una cosa: sexo entre un hombre y una mujer.

Pero, en realidad, algunas aves del mismo sexo lo hacen. También lo hacen los escarabajos, las ovejas, los murciélagos de la fruta, los delfines y los orangutanes. Los zoólogos están descubriendo que la actividad homosexual y bisexual no es desconocida en el reino animal.

Para algunos homosexuales, esto puede parecer un poco fuera de lugar. Se les puede perdonar que piensen: “¿Y qué? ¿Y si no hubiera delfines homosexuales? No tiene nada que ver con las relaciones homosexuales amorosas y adultas”. Sin embargo, si no fuera por la existencia de la homosexualidad en el reino animal, se podría argumentar que la homosexualidad humana fuera un fenómeno puramente psicológico. Aunque todavía no está claro el equilibrio exacto entre la naturaleza y la crianza, es evidente que hay al menos un componente natural y biológico en la homosexualidad.

No ocurre lo mismo con la transexualidad. Por definición, no puede darse en los no humanos, ya que se basa en las mismas cosas que nos hacen humanos. En la ropa y el estilo, que no están en juego para ninguna otra especie. En el lenguaje -ya sean nombres y pronombres, o los medios por los que las personas describen sus identidades de género-, de nuevo, no está en juego fuera del Homo Sapiens. Y en nuestra obsesión profundamente humana por considerar quiénes somos, cómo nos relacionamos con el mundo, cómo nos ven y cómo no nos ven. Aunque pueda parecer extraño tener que ahondar en el reino del murciélago de la fruta y del orangután para investigar la sexualidad humana, hay un punto real que hay que hacer aquí. El transexualismo, un concepto tan filosófico, basa su existencia en construcciones mentales humanas que no son necesarias per se para entender las relaciones entre personas del mismo sexo.

El movimiento original por los derechos de los homosexuales tenía el llamativo eslogan “Nacidos así“. El argumento era sencillo: los homosexuales estaban comunicando al resto del mundo sus propios instintos biológicos ineludibles, frente a los oponentes ideológicos que creían que estaban tomando la decisión de desafiar a la naturaleza. El eslogan funcionó. Y unas décadas más tarde, “Nacido en el cuerpo equivocado” se convirtió en el lema del movimiento por los derechos de los transexuales. Sin embargo, nadie puede nacer en el cuerpo equivocado: al igual que los orangutanes, tenemos la biología que nos tocó en el útero, nos guste o no.

En uno de los lugares donde se estudiaron las jirafas, los encuentros homosexuales entre machos constituyen el 94% de la actividad sexual observada  | Crédito: Pond 5 / HuffPost

4: Ser gay es empíricamente verificable. Ser trans no lo es.

La atracción por el mismo sexo, como toda atracción sexual, tiene consecuencias físicas. Si ves una imagen de una persona que te resulta sexualmente atractiva, tu cuerpo responde: tu ritmo cardíaco se acelera, por ejemplo. (Y, por supuesto, el cuerpo masculino tiene una forma más inmediata de demostrar la excitación sexual). Esto significa que la atracción por el mismo sexo es verificable, en el sentido empírico. Si uno afirma ser gay y está mintiendo, se puede demostrar que es un mentiroso, al menos en teoría.

En cambio, ser trans no lleva aparejado ningún proceso bioquímico, aparte de los cambios bioquímicos que se producen en el cuerpo por la medicalización. En otras palabras, no es algo que podamos probar. Aunque este punto pueda parecer académico, es de gran relevancia filosófica: salir del armario como gay es reivindicar una realidad interna que va más allá de lo cognitivo o lo intelectual. Cuando los jóvenes salen del armario como trans, están describiendo cómo se sienten dentro de la sociedad, y cómo podrían desear cambiar ese sentimiento presentándose de forma diferente. No están describiendo impulsos del cuerpo que puedan estudiarse analíticamente.

Como dice Arty Morty: “Lo trans no es algo que eres, es algo que haces“. A algunos les puede parecer una idea cruel para una persona joven que se cuestiona su género, ya que podría considerarse que niega una realidad interna.

Sin embargo, no se trata de negar una realidad interna, sino de calificarla y diferenciarla de un tipo de experiencia totalmente diferente. Mientras que los adolescentes que se dan cuenta de que se sienten atraídos por el mismo sexo pueden sentir que tienen que tomar decisiones, especialmente en lo que se refiere a salir del armario, no hay ninguna ambigüedad sobre la atracción por el mismo sexo: está ahí, en el bombeo de la sangre, nos guste o no. Por otro lado, agonizar sobre “si soy o no trans” es un fenómeno preocupantemente común, que sólo sirve para demostrar la importancia de la naturaleza no verificable de la identidad de género.

Crédito: YouTube / Arty Morty

5. Ser gay nunca requiere una medicalización. Ser trans, por lo general, sí.

Puede que esto sea una obviedad, pero no está de más mencionarlo: la cirugía de reasignación de sexo, recientemente rebautizada como “atención de afirmación del género”, que implica mucho menos bisturí, es un desarrollo tan nuevo que simplemente no tenemos datos a largo plazo sobre los resultados físicos, psicológicos y sociales a lo largo de toda la vida. Las personas trans dependen de los médicos para que les guíen a través de un proceso muy complicado que puede tener un gran impacto en la mente y el cuerpo; y muchos destransicionadores no creen, en retrospectiva, que la orientación que recibieron fuera la adecuada.

Es cierto que hay jóvenes que se ven a sí mismos como trans y no desean someterse a la medicalización. Pero estos son una minoría. La mayoría de las veces, los chicos que se cuestionan su género tienen “objetivos de transición” específicos, que son de naturaleza corporal. A menudo, los jóvenes que se identifican como trans, o como no binarios, pueden dedicar una parte colosal de su tiempo a su aspecto, y a cómo les gustaría que cambiara. Estos cambios pueden ser muy importantes, e implican hormonas e intervenciones quirúrgicas. No deben emprenderse a la ligera.

Por otro lado, la homosexualidad, por derecho propio, nunca requiere una visita al médico. Para vivir como homosexual en la sociedad, no se necesita ninguna prescripción; no hay que pedir citas médicas. Si bien es cierto que los jóvenes LGB son más propensos a tener problemas de salud mental, y pueden buscar ayuda médica para ello, esto no es, en sí mismo, una forma de medicalización. Para vivir auténticamente como homosexual, hay que aceptar el propio cuerpo y sus respuestas bioquímicas a los estímulos que lo rodean. Para vivir con autenticidad como persona trans, a menudo se hace lo contrario: se busca cambiar el cuerpo de una forma que te hará depender de médicos, endocrinos y empresas farmacéuticas durante el resto de tu vida, con todas las cargas financieras y de otro tipo que ello implica.

Muchos detransicionistas para no creer, en retrospectiva, que la orientación que recibieron fuera la adecuada | Crédito: YouTube / Genspect

6. Ser gay no suele tener comorbilidades. Ser trans suele tenerlas.

Salir del armario como gay puede ser difícil. El acoso está muy extendido, y los sentimientos negativos resultantes a veces pueden ser atacados por uno mismo, a través de la depresión, la ansiedad e incluso las autolesiones. Sin embargo, estas dificultades de salud mental, a menudo denominadas “comorbilidades”, son muy a menudo reflejos de la ausencia de aceptación social, ya sea por parte de amigos, compañeros, miembros de la familia o incluso de uno mismo. En otras palabras, son respuestas a un contexto social.

Las comorbilidades funcionan de forma totalmente diferente entre las personas trans, lo que parece sugerir que está ocurriendo algo muy distinto. Sabemos, por ejemplo, hay profundas conexiones entre el transgenerismo y el autismo, conexiones que apenas hemos empezado a comprender; también hay fuertes correlaciones estadísticas con otros trastornos mentales, como el trastorno obsesivo-compulsivo, el trastorno por déficit de atención e hiperactividad y los trastornos alimentarios. (Para saber más sobre estas comorbilidades, consulte la página correspondiente en la web hermana de Genspect, Stats For Gender). A menudo, los padres de los adolescentes que se cuestionan el género afirman que estas comorbilidades son anteriores a la identidad transgénero de sus hijos.

Los numerosos destransicionadores con los que trabaja Genspect a menudo atribuyen su anterior fijación en el género a estas comorbilidades. En retrospectiva, algunos se dan cuenta de que los patrones de pensamiento hiperreflexivo contribuyeron a su deseo de transición, convenciéndoles de que la medicalización era la única respuesta a su angustia. Hay pocas pruebas de que se produzca un fenómeno equivalente entre las personas que alguna vez fueron homosexuales, pero que ya no lo son. Aunque tales individuos existen, son raros; aún más rara es la atribución de la atracción por el mismo sexo a una condición de salud mental preexistente.

En otras palabras, cuando se trata de comorbilidades y salud mental, parece haber vínculos no examinados con la ideación transgénero que simplemente están ausentes cuando se trata de la homosexualidad.

En un estudio, sólo el 37,5% de los adolescentes y adultos jóvenes no tenían ningún trastorno mental o discapacidad del neurodesarrollo diagnosticado antes de la aparición de la disforia de género | Crédito: PlosONE / Lisa Littman

7. Ser gay no está influenciado por la sociedad. Ser trans sí.

Los homosexuales aparecen en todos los ámbitos de la vida: todas las clases socioeconómicas; todos los grupos demográficos. Sin embargo, la distribución de las identidades transgénero es sorprendentemente diferente. En los últimos diez años, ha habido un aumento de adolescentes jóvenes, predominantemente mujeres, que se identifican como trans. No hay un aumento equivalente, por ejemplo, en las mujeres de mediana edad o mayores.

Un argumento es que esto se relaciona con el aumento de la aceptación de las personas trans. En cierto modo, se trata de una postura notablemente arrogante: nosotros, únicamente, en el Occidente desarrollado del siglo XXI, somos los únicos seres humanos que han acertado en esto, y todos los demás, a lo largo de la geografía y la historia, han sido tan venenosamente transfóbicos que milenios de personas trans han sido confinados en el armario.

Pero incluso si se pasa por alto la arrogancia inherente a esta postura, la explicación no se sostiene. Es cierto que ha habido un aumento de la aceptación de la homosexualidad y, aunque puede haber dado lugar a que unos cuantos homosexuales y bisexuales se sientan lo suficientemente seguros como para salir del armario, no ha causado el estratosférico aumento demográfico que observamos entre los jóvenes que se identifican como trans. Si lo hubiera hecho, apenas quedarían heterosexuales en el planeta.

Se sabe que la influencia social, o incluso el contagio, es mayor entre las adolescentes. Es entre las adolescentes donde los trastornos alimentarios se propagan con mayor virulencia, hasta el punto de que a menudo se separan unas de otras durante la atención hospitalaria. Las escasas investigaciones que se han llevado a cabo lo corroboran: las mujeres transexuales suelen formar parte de grupos de amigos en los que casi todos sus compañeros tienen también una identidad de género contraria a su sexo biológico. Está claro que la transexualidad está mediada socialmente, lo que hace que florezca en algunos círculos sociales y esté prácticamente ausente en otros.

Remisiones a la clínica GIDS del Reino Unido | Crédito: Servicio de Desarrollo de la Identidad de Género (GIDS)

8. Ser gay no requiere que los demás cambien su comportamiento. Ser trans sí.

Cuando un adolescente sale del armario como trans, a menudo lo hace a bombo y platillo. Esto puede deberse a que la revelación de la identidad transgénero va acompañada de un aluvión de cambios: el joven puede desear que se le conozca por un nombre diferente, o incluso que se le llame por otros pronombres. Estos cambios requieren la participación activa de quienes les rodean, ya sean familiares, profesores, amigos o compañeros de clase. A su vez, esto puede proporcionar una sensación de que se ha logrado algún cambio positivo en sus relaciones con los demás, y aliviar los sentimientos normales de los adolescentes de duda, estancamiento y autodesprecio. In extremis, estos cambios pueden ser tan radicales que exigen una revisión del paradigma gramatical normal del inglés, utilizando “they” para referirse a un individuo específico y con nombre, – aunque la lengua inglesa no tenga antecedentes a la hora de hacerlo.

En cambio, salir del armario como gay no requiere ninguna modificación del comportamiento de los demás. Es cierto que puedes tener una vida romántica bastante aburrida si nadie reconoce la validez de tu homosexualidad: pero no hay exigencias concomitantes para los demás, simplemente por ser gay. No cambian los nombres ni los pronombres. Nadie utiliza un baño diferente, ni necesita pedir una nueva copia de un documento oficial como el pasaporte o el permiso de conducir. Si lo pensamos bien, la transexualidad depende totalmente de esos cambios de comportamiento para existir: en el fondo, es un fenómeno social, que sólo tiene sentido a nivel conceptual si goza del reconocimiento de otras personas.

Y estos cambios de comportamiento no son neutrales, en cuanto a su impacto en los demás. Muchos de los padres a los que representamos nos describen lo difícil y traumático que puede ser que sus hijos les pidan que cambien todo su vocabulario, que vuelvan a aprender a hablar -e incluso a pensar- sobre sus propios hijos. Después de quince o veinte años llamando a alguien tu hija, no es nada fácil empezar a decir “mi hijo”. La reescritura de la historia es exclusiva de la identidad transgénero, ya que se basa en la idea de que se ha descubierto algo, algo que siempre estuvo ahí, pero que nunca se vio. No se requiere un cambio de comportamiento equivalente cuando un adolescente sale del armario como gay.

Crédito: Etsy

9. Ser gay no se basa en estereotipos sociales. Ser trans a menudo lo es.

Independientemente de tu orientación sexual, puedes ser alguien que se ajusta a los estereotipos sociales, o alguien que los rompe. Hay lesbianas que son “marimachos”, que prefieren actividades clásicamente consideradas “más masculinas” y que quizás también se visten de forma más convencional. Pero también hay lesbianas que no se presentan al mundo de una forma diferente a la de la mujer media. Estos estereotipos, ya sean expresados a través de la actividad, el peinado, la vestimenta, el estilo u otras características y manierismos, pueden cruzarse con la homosexualidad; pero la homosexualidad en sí misma no se basa en ellos.

Cuando los jóvenes salen del armario como trans, con mucha frecuencia hacen referencia a esas normas sociales cuando explican por qué se sienten así. Estas normas, que no son exclusivas de quienes se identifican como trans, se convierten en justificaciones de la propia identidad transgénero. La primera vez que supe que era una chica fue cuando me di cuenta de que no me gustaba el deporte. La primera vez que supe que era un chico fue cuando me di cuenta de que no me gustaba el maquillaje. En la práctica, los adolescentes que se ven a sí mismos como trans se están formando una nueva identidad de acuerdo con estas costumbres sociales, aunque dichas costumbres varíen según las culturas y a lo largo de la historia.

A muchos homosexuales de edad avanzada esto les parece siniestro, al igual que, por ejemplo, a los defensores de los derechos de la mujer. Gran parte de la segunda mitad del siglo XX se dedicó a desacreditar ideas que se consideraban regresivas, como la idea de que las mujeres debían ser dulces y cariñosas, y los hombres audaces y decididos. Para muchos, es inquietante ver cómo las nuevas generaciones restablecen lo que es ser hombre y mujer sobre la base de estereotipos sexuales anticuados. Una alternativa a esto es una visión más amplia del sexo biológico, en la que no hay una forma correcta de ser mujer u hombre. La sexualidad simplemente no implica los estereotipos sociales de la misma manera: pueden ser relevantes, pero no son el medio por el que se adivina la propia sexualidad.

Puede que esta lista no sea exhaustiva, pero sin duda demuestra lo mucho que se pasa por alto cuando se eluden la identidad de género y la sexualidad, como ocurre tan comúnmente en la cultura actual. Para las personas que se han desvinculado, esto no es una cuestión menor: un estudio reveló que casi una cuarta parte de las personas que se desvincularon creían que la homofobia o la dificultad para aceptarse a sí mismas como lesbianas, gays o bisexuales les llevó, en parte, a la transición.

Otro estudio realizado con personas que se habían retirado de la transición descubrió que más de la mitad expresaban una necesidad psicológica de aprender a enfrentarse a la homofobia interiorizada. La confusión de la identidad de género y la sexualidad puede ser activamente peligrosa, llevando a los jóvenes vulnerables a tomar decisiones de las que más tarde podrían arrepentirse.

Así que no, trans no es el nuevo gay. Las personas LGB merecen respeto; las personas trans, también. Difuminar las líneas entre estos diferentes conceptos, aunque pueda parecer la opción más fácil, no es necesariamente la forma correcta de demostrar ese respeto. De hecho, puede estar haciendo todo lo contrario.